La vida no es una película.
A veces tenemos la falsa sensación de que la vida debería ser como una película. Como si cada uno de nosotros fuera el protagonista de una gran historia con trama, obstáculos, angustias… y un final glorioso donde se cumplen todos nuestros sueños. Y lamento ser yo quien te lo diga, pero eso es lo más falso que existe.
Fotografía por 8machine_
La vida, más bien, se parece a estar viendo una serie, y de repente llega tu papá, te desconecta la televisión, y se acabó. Punto. Puedes quedarte en la etapa que te toque: feliz o triste. Y ya.
Eso lo reflexioné hace muy poco. Hace un par de días me enteré de que un conocido —no te voy a decir que era mi amigo íntimo, pero sí alguien cercano, con quien llevaba más de 15 años de trato cordial y amistoso— falleció repentinamente.
Vi publicado en mi Facebook: “Falleció Eddy”. Y mi reacción fue: ¿Cómo? No sabía que Eddy llevaba más de un año luchando con una enfermedad. Tenía apenas 42 años. Y bueno, que en paz descanse y resignación para su familia.
¿Qué podemos reflexionar de esto? Que así es la vida. No sabemos quién mueve los hilos. No sabemos cuánto depende de nosotros, cuánto de lo divino o cuánto de las circunstancias. En mi caso, yo soy creyente, pero aun así, estas cosas me cuestan trabajo de entender.
Y por eso esta reflexión va primero para mí, y ahora te la comparto a ti: la vida es hoy. Tenemos que hacer lo que nos toca hacer, vivirla, disfrutarla. Y sí, está bien descansar. Está bien disfrutar la calma. Pero no caigamos en la procrastinación, ni en el síndrome del impostor, ni en cualquier otra trampa mental que nos frene.
Eddy seguramente dejó sueños sin cumplir. Era muy joven. Pero tú y yo todavía estamos aquí. No desaprovechemos la oportunidad. Sigamos adelante, crezcamos, aprendamos, cumplamos nuestras metas y disfrutemos, de verdad, el camino.
Dedicado a la memoria de Eddy.
Que tu partida nos recuerde que la vida no espera.